Quizás eso que ya no importa es lo que a veces no nos deja ver y aunque se pueda percibir diferente, tambien es parte de nuestra esencia en la base principal de lo que queremos expresar. De chico siempre me gustó la sensación que me genera escucharla o intentar expresar algo a través de ella, y aunque a veces le podamos dedicar más tiempo que otras, siempre vuelvo a caer en armar bandas, zapar con amigos, compartirla, llenar una parte que me hace bien y que nunca quisiera perder. Hasta en los momentos más distantes nunca dejo de tener una guitarra cerca o buscar compartir lo que me pasa en una canción, porque siento que la disfruto como a muy pocas otras cosas disfruto tanto, creo que muy pocas que llegan a escaparse así, salirse de eje como lo hace un tema, como lo hace una canción en forma super simple y casi sin querer. La música es otra cosa y no tiene comparación con nada.

Ciudad Oscura nació para darle fuerza a eso, darle ese espacio, hacerlo cuando se pueda, zaparlo, grabarlo aunque sea como un ensayo pero compartirlo, porque no siempre pensamos ni sentimos lo mismo lograr algo atemporal sin la rigidez de esas formas o el estar obligado a hacer. Ciudad Oscura desde el nombre no intenta percibir a la oscuridad como algo malo, creo que en algun punto si la vida es luz y sombras, la oscuridad debe ser vida también y creo reconocida como parte de ella, tal vez la que no vemos, tal vez la que no pensamos, tal vez la que da espacio, la que simplemente está y ayuda a sentir desde otro lado, un lado distinto, desde lo no consciente, desde la aparente ausencia, desde esa propia noche que busca completarse en la totalidad, a veces con nosotros mismos, a veces con los demás, como esos momentos lejanos a la indiferencia diurna donde el tiempo pierde valor.